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Diez historias en 30 segundos

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La burbuja Bibliotecaria

Hace tiempo que diversos especialistas vienen informando de la existencia de burbujas especulativas en varios sectores económicos y productivos, sin embargo, aunque cada vez conocemos mejor este fenómeno, hay una burbuja de la que todavía no ha hablado nadie: La burbuja bibliotecaria.

La burbuja bibliotecaria es un concepto nuevo, consiste simple y llanamente, en la sobre valorización de un sitio en un biblioteca, y el pago de un coste abusivo para conseguirlo. Seré más claro.

Durante los exámenes universitarios, las bibliotecas de todo el país se saturan de estudiantes nerviosos, hasta el punto de que algunos días es literalmente imposible encontrar un sitio (de hecho, esa es la razón por la cual estoy escribiendo este post en lugar de estudiar).

Esta dificultad/imposibilidad genera estrategias cada vez más competitivas para conseguir un sitio, desde levantarse tempranísimo para hacer 1/2 hora de cola y poder coger un sitio, turnarse para ir a coger sitio para varios compañeros, levantarse temprano, coger sitio, y volver a la cama, etc. Es decir, que muchos universitarios hacen auténticas locuras por tener un sitio asegurado en una biblioteca, aunque de las 16 horas que lo tengan reservado solo lo utilicen 3 o 4.

Esto crea a unas personas peculiares. Los sitio tenientes, también conocidos como especuladores bibliotecarios, que son aquellos que madrugan para hacerse con una gran cantidad de sitios con intenciones oscuras.

Por otro lado, las Universidades públicas (aunque en mi caso hablo de la USC) se deciden a inflar el precio de los espacios al no sacar más al mercado bibliotecario, sin duda temen a la inflación bibliotecaria, otro proceso complejo. Este determinismo absurdo crea situaciones como la de la biblioteca Concepción Arenal que tiene una sala para investigadores con más de 100 plazas vacías cada día protegidas por una cinta de las de los aeropuertos.

Este realidad suscita procesos y formas de pensar muy diversas, entre ellas:

  • Pánico entre los especuladores bibliotecarios: Personas que se han levantado temprano para coger sitio para toda su pandilla, han desperdigado sus folios por una mesa para que parezca totalmente ocupada, y pasan más rato pendientes de que nadie les «robe» un sitio que de estudiar.
  • Proteccionismo económico: ¿Los de selectividad? Que se vayan a estudiar a su **** casa, que esto es para universitarios (claro, tendemos a olvidarnos de que las bibliotecas son un servicio público y que los chicos de institutos carecen de servicios de sala de estudio).
  • Conversión en agencia calificadora: Son aquellos estudiantes que se dedican a contar cuantos descansos hacen sus compañeros o cuanto estudian.

Pero también suceden otros procesos divertidos, y es que cuando un producto vale mucho, tendemos a pensar que es un producto de calidad, que nos da un buen estatus y por consiguiente, que es un producto que necesitamos. Esto también genera distintos perfiles comportamentales interesantes:

  • Los grupos de discusión: Discusión y charla, son grupos de amig@s que acuden a la biblioteca para estudiar juntos y dedicar su tiempo al debate sobre las complicaciones en el parto de las vacas pasiegas en lugar de estudiar. Sin duda estas personas estudiarían mejor en una cafetería, que además allí te dejan tener el café encima de la mesa.
  • Los grupos de trabajo cooperativo: Grupos de amigos que estudian en conjunto y a media voz durante toda la tarde, que podrían estudiar en casa pero se van a la biblioteca por que mola jugar con la norma de no hablar, son unos malotes.
  • Los acaparadores: Suelen ser de medicina y suelen llenar una mesa de manuales y materiales de diverso tipo, no sé si los acaban utilizando todos, pero desde luego se montan un centro de documentación personalizado ocupando el espacio de tres o cuatro personas.

Tras haber explicado todos estos procesos y saber que la burbuja está apunto de estallar, sólo me falta preguntarme cuanto tiempo tardará en aparecer un grupo de estudiantes indignados que se decida a cruzar la imbatible barrera de coger y ocupar la sala de investigación de la conchy (recordemos, protegida con una cinta de las de los aeropuertos), o de pedir, formalmente la apertura de una tercera biblioteca en fin de semana.

Por que en palabras de la sabia Soraya Cruz Portela «los sitios tendrán que subir, más que nada, por que cada vez somos más estudiantes».

Por tanto universitarios, no podemos permitir que el mercado bibliotecario nos chupe la sangre, debemos luchar y exigir un modelo más sostenible y justo, para que los Sitio Tenientes dejen de ser el grupo opresivo que nos impide aprobarlas todas y pasar un verano a lo American Pie.