democracia

Voten al Mono

No me extenderé mucho, simplemente quiero contar una de esas historias que ejemplifican lo brillante que puede llegar a ser la gente más normal y corriente.

El destino me ha llevado a beber un café en una de las cafeterías más conocidas y visitadas de Compostela: el café Casino. Las paredes forradas en madera y los sillones tipo Majestic quitan el hipo, pero no impiden hablar de las cosas que nos inquietan a dos jóvenes descontentos. Parece que lo mismo sintió el camarero del local, un señor amable y divertido que supo como encajar un chiste y una guinda sobre la manifestación que hoy se celebra en Madrid.

Fue ahí cuando, viendo que nuestras bocas le sonreían y nuestros ojos pedían más, el hombre nos regaló un pensamiento atronador: «Mirad lo que os digo, si yo pudiera, votaba a un mono como presidente. Le daba una banana y lo mandaba al parlamento y a la Moncloa, para que los eche a todos de allí, a bananazos, que es lo único que merecen«. (más…)

Ponte en mi lugar, la empatía perdida

Nuestra sociedad puede ser una cueva o una cadena montañosa que llega hasta el horizonte. Cuando nuestra sociedad es una cueva, es fría, oscura, estrecha y sinuosa; cuando es una cadena montañosa, es amplia, diversa e increíblemente bella. Ambas figuras, ambos mundos comparten dos cosas: es necesario ser un intrépido explorador para habitarla y que, si gritas con fuerza, el eco ayudará a que todo el mundo pueda escucharte.

Durante los últimos años, en nuestra sociedad se ha impuesto un «eco» diferente, que distribuye lo que nos parece bonito en lugar de lo que necesitamos que se distribuya. Durante los últimos años, en nuestra sociedad se habla mucho de inteligencia emocional y empatía, de derechos y de educación, de dejar a los niños ser niños y de no obligarlos a ser adultos. Sin embargo, hay algo que está pasando en nuestra sociedad y que necesitamos remediar: los padres olvidan su vida de niños, olvidan las cosas que les importaban y cuanto les importaban y eso les impide ser conscientes de aquello que les importa a sus hijos y cuanto les importa.

(más…)

Caperucita y el Lobo Rajoy

«Tienes dos opciones, le dijo, puedes seguir un camino que es muy largo pero llano, o puedes coger este atajo, que es más complicado pero se llega antes. Confía en mi, yo me adelantaré para guiarte en el camino.» Y así fue como el Lobo engañó a Caperucita.

Hola Caperucita. Soy un ciudadano engañado por un Lobo (Rajoy) que me dirige por un camino rodeado de árboles que no me dejan ver el bosque, manteniendome en la ignorancia política. Me lleva paso a paso con engaños, mientras sus amigos, los tres cerditos (Bankia, Camps y Andrea Fabra) caminan por la pradera, directos a la casa de la abuelita Democracia. A estos tres cerditos no les preocupa que el Lobo derrumbe sus casas, lejos de eso, más bien se la sopla que el pueblo sea arrancado de sus hogares o de sus derechos (alguna incluso piensa «Que les jodan!»).

Digo que la Democracia es una abuela no por que su momento haya pasado, si no por que es nuestra madre y la madre de nuestros padres. Gracias a ella vivimos con la seguridad de que hay una línea mínima de dignidad que nunca vamos a sobrepasar. Aunque algunos consideren que esa línea se llama posibilidades y que vivimos por encima de ella, realmente se llama estado de derecho. Sin duda eso es lo que hacen las abuelas, preocuparse por el bienestar de sus nietos.

Digo que somos Caperucita, por que ella, al igual que nosotros, tiene la necesidad de ser protegida de un Lobo Feroz, unos Cerditos y una serie de personajes de cuento que quieren acabar por comérsela. Debemos proteger a la abuelita Democracia para que nuestros hijos puedan tener a la suya, y poder pensar tranquilos que les dejamos un mundo mejor del que encontramos.

Hoy hemos conocido la estrategia del Lobo Rajoy. Mientras estamos perdidos en el bosque de la crisis y desposeídos de toda nuestra fuerza, pretende meterse a vivir en casa de la abuela con sus amigos, mientras que nosotros nos dedicamos a llevarles cestas de manzanas y miel cada semana. Hay algunos que dicen que es lo que tiene que hacer, otros más coherentes con su función social, representar al pueblo, lo critican.

El lobo tiene los dientes grandes, lo sabemos, hemos visto como los antidisturbios y las nuevas legislaciones de control ciudadano nos impiden protestar y movilizarnos publicamente.

El lobo tiene los ojos grandes, lo sabemos, puede ver la realidad social que se avecina y aplaudirse a si mismo ante sus nuevas medidas. Puede ver lo larga que es la cola del paro, y le apetece ver hasta donde puede llegar.

El lobo tiene la nariz grande, huele a los débiles, y por eso recorta en dependencia, sube el IVA, y disminuye la retribución del paro, por que si estamos animados para buscar empleo, seguramente no lo estemos para protestar.

El  lobo tiene un camisón de la Democracia (la abuela a la que queremos proteger) y está en su cama fingiendo hacer todo lo posible por recuperarse de la grave crisis en la que se encuentra. Sin embargo el camisón sólo es un camisón, y las medidas empleadas no buscan que salgamos juntos de la crisis, si no que unos salgan fortalecidos, para mantener su control sobre los otros el día de mañana. Sin embargo Caperucita camina hacia la casa de la abuelita democracia, y si los mineros pudieron llegar a Madrid, sin duda ella llegará hasta allí. Cuando llegue tendrá una cesta llena de reclamaciones y quejas, y lo único que el Lobo podrá entender es que ha estado gobernando por encima de sus posibilidades.

Y como siempre en mi blog, por llegar hasta aquí, un premio, un refuerzo positivo para que sigas viniendo y leyendo hasta el final. Caperucita, de Ismael Serrano http://www.youtube.com/watch?v=YBUm1nKnoMQ